Polos helados de fresa para los leones del zoo para hacer frente a la ola de calor

2022-08-13 14:58:13 By : Mr. changcai song

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Unos niños juegan con el agua de unos surtidores en el riverside del Támesis en Londres

Puentes recubiertos de papel de aluminio para aislarlos del calor, camiones de volteo en las carreteras, no para retirar la nieve sino el exceso de cemento derretido, hipopótamos que toman el sol con crema bronceadora y un inesperado regalo de té frío y helados sin azúcar para las cebras y las jirafas de los zoológicos... Parecen escenas de una película surrealista, pero son la realidad en una Inglaterra asfixiada a casi cuarenta grados.

A la prensa de estas húmedas, lluviosas y por lo general fresquitas islas le encanta cuando puede publicar fotos en que la playa de Brighton parece Benidorm, y titular orgullosa que la temperatura en Hastings es más alta que en las islas griegas o Mallorca. Pero lo de ayer y hoy es demasiado, se mire por donde se mire. Tanto, que el Gobierno he declarado una emergencia nacional, trenes y vuelos han sido suspendidos (al fundirse literalmente tramos de vías y el cemento de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Luton), y los niños han recibido venia para no tener que ir a clase en uniforme (aquí todavía no han llegado las vacaciones de verano). Aunque el viceprimer ministro Dominic Raab, que no tiene la reputación de ser el miembro más listo del Gabinete, ha salido en televisión recomendando que la gente “disfrute el sol y el calor, porque no durará”.

El récord de la temperatura más alta de la historia en Gran Bretaña (38,7 grados en Cambridge hace tres años) iba ya ayer camino de ser superado, y eso que el pronóstico del tiempo es que hoy martes suba el termómetro aún más. Los Kew Gardens del oeste de Londres alcanzaron los 37,5 grados, Gales superó su marca precedente con 35,3 grados en Goggerdam, y varias localidades de Escocia pasaron de la barrera de los treinta (cuando es normal que en verano apenas alcancen los diez o doce).

La mayoría de candidatos conservadores a suceder a Johnson, como si el cambio climático no tuviera nada que ver con la ola de calor, apoyan relajar el objetivo de eliminar la huella de carbono. 

La extraordinaria ola de calor está teniendo un impacto considerable sobre las infraestructuras y sobre la vida cotidiana. Bastante gente se aferró a la recomendación de no abandonar sus domicilios y dejar las cortinas cerradas (muy pocas casas tienen aire acondicionado) salvo en caso de necesidad, y el teletrabajo, que ya de por sí había aumentado desde la pandemia, recibió otro empujón. El metro de Londres, que es el más antiguo del mundo, con poca ventilación y estaciones a considerable profundidad, se convirtió en un auténtico horno. El tráfico en las carreteras se redujo en un diez por ciento, algunos teatros del West End suspendieron las funciones, el agua salía de los grifos con escasa presión debido al aumento de la demanda, y las autoridades recomendaron que no se sacara a pasear a los perros y gatos. Si se hacían sus necesidades en el piso, mala suerte...

Los hospitales de la Seguridad Social, ya de por sí bajo enorme presión desde la pandemia (una ambulancia tarda de promedio una hora en presentarse para atender a quien ha tenido un infarto o una embolia, y siete millones de británicos están en cola para operaciones), se vieron desbordados por los casos de deshidrataciones, insolaciones y caídas de presión. Numerosos trenes entre Londres y Leeds fueron cancelados, y en los aeropuertos los viajeros se desesperaban haciendo cola para facturar.

Mientras tanto, la mayoría de candidatos conservadores a suceder a Boris Johnson, como si el cambio climático no tuviera nada que ver con el asunto, son partidarios de relajar el objetivo de eliminar la huella de carbono para el 2050, y dejarlo para más tarde.

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